Por: Germán Danilo Hernández
La muerte del Senador Miguel Uribe Turbay ocurrida dos meses después del absurdo atentado cometido por un menor de edad, con autores intelectuales aún desconocidos, configura una nueva tragedia por la cíclica e irracional violencia política que desde hace décadas se ensaña contra Colombia.
El comprensible dolor e indignación por la pérdida del líder sacrificado embarga no solamente a sus familiares, amigos y seguidores, sino también a quienes desde diferentes orillas de pensamiento e ideologías persisten en abrir espacios a la construcción de nación en el marco del respeto a las diferencias y a la convivencia pacífica.
Como era de esperarse, las reacciones de diferentes sectores de opinión en su mayoría proponen reflexiones y llamados a desarmar las palab