En un apartamento de Bogotá que también funciona como memorial, Edgar Humberto Álvarez moldea el dolor y la resiliencia de Colombia en esculturas de plastilina, transformando el duelo en empatía, la violencia en testimonio y la memoria en algo que internet no puede simplemente deslizar y olvidar.
De la masa de cocina al testimonio en arcilla
Entrar en la sala de Edgar Humberto Álvarez cambia el aire. No hay pedestales ni cuerdas de terciopelo, solo paredes llenas de rostros de plastilina: mujeres trans asesinadas, campesinos desplazados por la guerra, líderes guerrilleros, expresidentes, niños desaparecidos de su historia. Cada estante está etiquetado: “Policía”, “Historia”, “Migración”, “LGBTQ+”.
Álvarez, de 49 años, hace todo con plastilina —esa masa que suele encontrarse en pasillos