El magnicidio del senador y candidato presidencial de la oposición Miguel Uribe Turbay -un crimen con móviles políticos y, quizá, con raíces en rencillas históricas que se remontan al gobierno de su abuelo, Julio César Turbay Ayala- debe investigarse a fondo, sin concesiones ni atajos. No basta con esclarecer el cómo: es imperativo conocer el por qué y, sobre todo, quién lo mandó a matar.
Cuando ocurre un asesinato, la familia de la víctima no descansa hasta saber quién lo perpetró y por qué. Es una forma de mitigar el dolor y aliviar, aunque sea un poco, el alma herida.
En este caso, el círculo íntimo de Miguel no está solo: la nación entera exige la verdad. No fue únicamente un senador o un candidato opositor quien cayó; fue Colombia, y su democracia, las que recibieron un disparo al c