La ceremonia, las flores, los honores, pero sobre todo el desconcierto de quienes creíamos que Miguel viviría. La música que contrasta con los gritos del exterior; ambas buscan, la una a Dios y la multitud, afuera, al culpable.
María Claudia, cubierta por una luz que le viene de adentro, porque en su corazón está Dios. Triste, inmensamente triste.
La tristeza y el desgarro en las caras de las niñas, ya adolescentes, que entienden lo que está viviendo y va a vivir Alejandro. El hijito de Miguel nos rompe a todos. Sin saberlo aún, ha sido despojado de su papá. Le arrancaron a quien lo amaba e iba a ser su guía y compañero.
Su abnegado y sufrido papá. La mirada del padre sin el hijo y el valor de sus palabras. Miguel papá doblemente víctima, desgarrado y, sin embargo, firme. Es conmovedor.