Vivimos en una época en la que la sociedad de consumo nos bombardea con mensajes que insisten en que la felicidad debe ser permanente: hay que sonreír en las fotos, mostrar entusiasmo en el trabajo, publicar alegría en las redes sociales. Se nos vende la idea de que estar bien todo el tiempo es una obligación y que cualquier sombra de tristeza es señal de debilidad o fracaso. Pero desde las ciencias del comportamiento sabemos que esta visión es irreal y, en muchos casos, dañina. La condición humana es fluctuante. Nadie permanece en un mismo estado emocional todo el tiempo. Nuestro cerebro y nuestra vida psíquica funcionan como las estaciones: hay momentos luminosos y cálidos, pero también épocas nubladas y de invierno. La tristeza, lejos de ser un error, es una emoción natural que nos perm
EL DERECHO A ESTAR TRISTES

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