Con una trayectoria consolidada en el cine, la televisión y el teatro, Natalia Millán (Madrid, 1969) es una de las actrices más queridas y respetadas del panorama artístico español. Su versatilidad, carisma y entrega a cada personaje la han convertido en un referente indiscutible. Pero más allá de los focos, las cámaras y los escenarios, Natalia es también madre. Y esa dimensión, como ella misma reconoce, ha marcado profundamente su forma de ver el mundo, de sentir… y de interpretar.

Actualmente, la actriz se encuentra inmersa en la obra ‘Un Dios Salvaje’ , una pieza de Yasmina Reza que disecciona, con sarcasmo y crudeza, las tensiones ocultas bajo la superficie de dos matrimonios aparentemente civilizados. En la obra, Natalia interpreta a Verónica , la madre de un niño que ha sido agredido por el hijo de la otra pareja. Desde ese lugar de madre herida, su personaje transita la contención, el dolor, la rabia y la necesidad de mantener la compostura, en una historia que gira sobre los límites de la corrección social frente al instinto.

Durante la presentación de la obra, celebrada el 21 de agosto en Madrid, Millán confesó cómo su propia experiencia como madre le ha ayudado a conectar emocionalmente con Verónica. “Que hagan daño a una criatura, a cualquiera, te moviliza. Pero si encima es tu hijo, el instinto de protección de la especie salta como un resorte ”, afirmaba, con una mezcla de contención emocional y honestidad.

Y no lo dice desde la teoría. Natalia Millán es madre de Violeta , nacida en 1994. La actriz ha mantenido siempre su vida privada en un segundo plano, lejos del foco mediático, pero ha compartido en alguna ocasión momentos clave de su historia familiar. Uno de ellos, profundamente doloroso, marcó su vida para siempre: el fallecimiento del padre de su hija en un accidente de tráfico, ocurrido justo un día antes del cuarto cumpleaños de la niña . “Fue muy duro. Mi hija sufrió una de las peores cosas que le puede pasar a un niño ”, confesaba Natalia en una entrevista con Jorge Javier Vázquez. A partir de entonces, la actriz crió sola a Violeta, compaginando maternidad y profesión en un equilibrio difícil, pero profundamente asumido.

Durante la presentación de la obra, Natalia habló con una claridad serena sobre lo que significa ser madre. “ El instinto de protección no es una elección, va de serie. No lo decides. Es una reacción primaria que nace de lo más profundo de ti ”, aseguró. Pero también reflexionó sobre la necesidad de soltar. “ Hay que dejarles volar. No es fácil, pero hay que hacerlo . Hay que tener claro que ese hijo no es ‘tuyo’. Ha pasado por ti, ha salido de ti, pero no te pertenece. Hay que ayudarles a ser autónomos, y eso empieza por saber soltar”.

Una reflexión especialmente pertinente en un momento social en el que, como señaló la propia Millán, la emancipación juvenil se retrasa por múltiples factores, entre ellos el económico. “Es difícil tener los medios para independizarse. Puede haber comodidad, pero muchas veces es una cuestión estructural. Si hay un acuerdo familiar y se convive por elección, está bien. Lo importante es que no sea por imposición o falta de recursos”.

Poco se sabe públicamente de Violeta, pero sí que estudió Bellas Artes y que ha heredado de su madre una sensibilidad artística muy marcada . Natalia reveló en el programa Sábado Deluxe que su hija “es muy creativa, no sé si es genético o no, pero tiene un temperamento artístico clarísimo”. De hecho, Violeta ha pisado ya los escenarios, participando en algunas obras de teatro, aunque siempre manteniéndose lejos de la exposición pública.

Natalia Millán, que ha dado vida a personajes tan icónicos como los de El Internado , Un paso adelante o Velvet , confiesa que el teatro es su refugio, su espacio de transformación y libertad. Pero detrás de esa capacidad para la emoción, la técnica y la profundidad interpretativa, hay una mujer que sabe de pérdidas, de resiliencia, de amor sin condiciones y del vértigo que supone criar a un hijo en solitario .

Hoy, mientras triunfa de nuevo sobre las tablas con Un Dios Salvaje , Natalia se muestra plena, reflexiva, conectada consigo misma y con su historia . Lejos de la exposición fácil, prefiere hablar cuando tiene algo que decir. Y cuando lo hace, como en esta ocasión, deja huella.

En sus palabras hay algo más que una actriz hablando de un personaje. Hay una mujer que ha aprendido a vivir con la fuerza de lo vivido. Una madre que reconoce que el mayor papel de su vida no ha sido ninguno sobre el escenario, sino el de acompañar a su hija con amor, libertad y conciencia.