Facultad, trabajo y huecos robados a la agenda para perseguir un hobby, una pasión, una obsesión. En el caso del platense Nicolás Basombrio, esa obsesión fue un idioma, el mandarín; y beca mediante, lo terminó llevando lejos, casi hasta las antípodas del tranquilo barrio del casco urbano local en el que vivía con su familia. Todavía bajo los efectos del jet lag -hay once horas de diferencia-, entre algunos “acá” que son “allá” y viceversa, describe las primeras postales y sensaciones que le generó su arribo al gigante oriental, una fuente de sorpresas y descubrimientos cotidianos. “Es todo hiper tecnológico. Acá en China hay una innovación, la implementan muy rápido y la normalizan, normalizan su uso increíblemente rápido y está en todos lados. Saben actualizarse muy bien. Con el teléfono,

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