Las reglas de las instituciones que definen nuestras vidas se doblan como juncos cuando se trata de Israel. Tanto que todo el orden mundial está al borde del colapso
Israel provoca en Gaza la primera hambruna declarada oficialmente en Oriente Medio
Sereen Haddad es una joven brillante. A sus 20 años, acaba de terminar la carrera de Psicología en la Virginia Commonwealth University (VCU). Aunque normalmente se hace en cuatro años, ella la ha terminado en tres y ha obtenido las máximas calificaciones. Sin embargo, a pesar de sus logros, no tiene el título. La universidad ha retenido su diploma, dice la joven: “No porque no haya completado los requisitos, sino porque defendí la vida palestina”.
Haddad, que es palestina-estadounidense, ha estado haciendo campaña en su campus en torno a la lucha palestina por la libertad como integrante del grupo “Estudiantes por la Justicia en Palestina”. En su caso, la lucha también es personal. Su familia procede de Gaza y más de 200 de sus parientes han muerto como consecuencia de los ataques de Israel.
En abril de 2024 formó parte de un grupo de estudiantes y simpatizantes de la VCU que intentaron acampar en el campus para protestar. La universidad llamó a la Policía esa misma noche: los manifestantes fueron rociados con gas pimienta y maltratados, y 13 fueron detenidos. Haddad explica que no pesan cargos en su contra, pero fue trasladada al hospital “por un traumatismo craneoencefálico”. “Sangraba. Tenía moratones y cortes por todo el cuerpo. La policía me golpeó contra el hormigón un mínimo de seis veces”, cuenta.
En realidad, el intento de acampada del año pasado ni siquiera fue la razón por la que Haddad no ha podido obtener su título universitario, sino una conmemoración pacífica que se celebró este año. Y la forma en que se desarrolló la situación, con la Universidad y la Policía del campus cambiando constantemente las normas, ilustra algo preocupante mucho más allá de los frondosos confines de un campus estadounidense.
Los cimientos del orden internacional
La guerra de Israel en Gaza está socavando gran parte de lo que —en Estados Unidos, pero también a escala internacional— habíamos considerado aceptable: desde las normas que rigen nuestra libertad de expresión hasta las propias leyes de los conflictos armados. No parece exagerado afirmar que los cimientos del orden internacional de los últimos 77 años se ven amenazados por este cambio en las obligaciones que rigen las responsabilidades jurídicas y políticas mutuas entre Estados.
Este colapso comenzó con la falta de determinación de las voces progresistas para frenar la guerra de Israel en Gaza. Se intensificó cuando nadie movió un dedo para impedir el bombardeo de hospitales. Se extendió cuando el hambre se convirtió en un arma de guerra. Y está alcanzando su punto álgido en un momento en que la guerra total ya no se considera una aberración humana, sino la política deliberada del Estado de Israel.
Para la política internacional, regional e, incluso, nacional, las implicaciones de este colapso son profundas. Supone la represión de la disidencia política, el control y fiscalización del lenguaje político y la progresiva militarización de las sociedades tradicionalmente liberales contra sus propios ciudadanos.
Muchos de nosotros ignoramos lo mucho que ha cambiado la situación en los últimos 20 meses. Estamos ignorando el colapso del orden mundial que ha definido nuestras vidas durante generaciones y lo hacemos asumiendo un riesgo colectivo.
cualquier sistema político que dé prioridad a castigar a quienes protestan por un genocidio en lugar de detener la matanza está claramente agotado
Normas cambiantes en las universidades
El 29 de abril de 2025, un grupo de estudiantes de la VCU se reunió en el jardín del campus para recordar el desmantelamiento por la fuerza de un campamento levantado brevemente en el mismo espacio el año anterior. La reunión no era una protesta: el encuentro, más bien, parecía un picnic, en el que algunos estudiantes utilizaron pancartas de manifestaciones anteriores como mantas; otros trajeron mantas de verdad. Los estudiantes se sentaron en el césped y estudiaron para sus exámenes finales, jugaron con sus ordenadores portátiles, a las cartas o al ajedrez. Algunos de los cerca de 40 estudiantes lucían una kufiya (el pañuelo tradicional de Palestina).
Resultó que las mantas eran un problema. Cuando llevaban casi dos horas de pícnic, un representante de la universidad se enfrentó a los estudiantes por una publicación en las redes sociales en la que se informaba de la reunión: “Venid en comunidad unos con otros para conmemorar el primer año desde la brutal respuesta de la VCU al campamento de solidaridad G4Z4. Trae mantas de pícnic, deberes/finales, material artístico, aperitivos, música, juegos”, había publicado un grupo local de solidaridad con Palestina.
Debido a ese post, la universidad consideró el pícnic un “evento organizado” y, como los estudiantes no habían registrado el evento, se consideró que habían vulnerado las normas. En realidad, las normas en VCU habían ido cambiando debido a las protestas por Gaza desde febrero de 2024. El representante explicó a los estudiantes que no podían seguir acampando en el césped, pero que podían ir a la zona de libre expresión del campus, un área que se había establecido en agosto de 2024 por las protestas de ese año –según la descripción de Haddad, “un anfiteatro junto a cuatro contenedores de basura”–.
La organización de defensa de la libertad de expresión en el campus Foundation for Individual Rights and Expression (Fire) considera que las zonas de libertad de expresión “funcionan más bien como cuarentenas para la libertad de expresión, relegando a estudiantes y profesores a lugares marginales que pueden ser diminutos, estar en los márgenes del campus o (frecuentemente) ambas cosas”.
En lugar de irse a esa zona, los estudiantes anunciaron el fin formal de su reunión y optaron por quedarse, tranquilamente, en el césped del campus. Pero, según el relato de Haddad, como las pancartas sobre las que estaban sentados expresaban un punto de vista político, el representante de la universidad les dijo que tendrían que llevarlas a la zona de libre expresión. Los estudiantes argumentaron que el jardín debería ser para todos. Siguieron varias conversaciones con agentes de policía del campus y con distintos representantes de la VCU, que fueron citando normas distintas.
Más de una decena de agentes de policía del campus aparecieron esa misma tarde (como puede verse en este vídeo). “Se os ha pedido que no haya mantas en el césped. Tenéis un minuto para recoger las mantas y abandonar el jardín. De lo contrario, seréis detenidos por allanamiento”, les dijo un agente. Los policías iban cambiando las normas: primero, les dijeron que tenían que retirar las mantas y marcharse; minutos después, que podían quedarse si quitaban las mantas.
Los estudiantes quitaron las mantas y, mientras los agentes se marchaban, empezaron a corear: “¡Palestina libre, libre!”. Uno de ellos levantó un cartel, en referencia a los manifestantes del año pasado que fueron rociados con gas pimienta por la policía, en el que se leía: “Vais a gasearnos otra vez, malditos monstruos”. Fue detenido. Los demás se enfadaron y se sintieron frustrados.
“¿Sabéis por qué esto ha terminado siendo una manifestación?”, gritó un estudiante a la policía. “¡Porque habéis traído a la puta policía a un pícnic! Eso es lo que lo ha convertido en una puta manifestación”.
En lugar de escuchar a los estudiantes que quieren que Israel rinda cuentas de sus actos, quienes ocupan puestos de poder en la universidad optan por cambiar las normas
Ocho días después, Haddad y otro estudiante, identificados por la universidad como líderes, recibieron un aviso de infracción de la normativa del campus por haber convocado un evento organizado sin autorización. Fue entonces cuando sus títulos universitarios fueron retenidos.
“Cuando los estudiantes exponen la violencia de la ocupación y el genocidio de Israel, las instituciones como VCU, que tienen vínculos profundos con los fabricantes de armas y los donantes corporativos, se vuelven temerosas”, señala Haddad. “Así que retuercen las normas, reescriben las políticas e intentan silenciarnos... Pero todo es cuestión de poder. Nuestras demandas de justicia son una amenaza para su complicidad”.