Las revoluciones latinoamericanas que alguna vez prometieron emancipación, justicia y dignidad han terminado, con frecuencia, derivando en regímenes que sofocan aquello mismo que en algún momento defendían. Todo por apartarse de la pluralidad que exige toda democracia. Venezuela, bajo el mando de Nicolás Maduro, encarna hoy esa amarga paradoja.

Según cifras del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, se estima que más de 7,9 millones de venezolanos se han visto obligados a salir de su tierra natal. Dicho éxodo constituye actualmente una de las diásporas más dramáticas y dolorosas de nuestra época contemporánea.

Ante semejante escenario, el llamado a una desobediencia civil se convierte en una opción legítima. Porque lo que nos ha enseñado las experiencias dictatorial

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