
En su impactante libro La sociedad del cansancio, el filósofo surcoreano Byung-Chul Han sostiene que, en la actualidad, alcanzar el éxito se ha convertido en una obligación. Han denominado a esto una “sociedad del rendimiento”, en la que debemos convertirnos en “emprendedores”, promocionándonos y vendiéndonos a nosotros mismos. Como consecuencia, no hay tiempo libre.
En una sociedad así, incluso el ocio corre el riesgo de convertirse en otro tipo de trabajo. En lugar de proporcionar descanso y sentido, suele ser competitivo, performativo y agotador.
Quienes sienten la presión de promocionarse a sí mismos, por ejemplo, pueden pasar su tiempo libre publicando fotos de una carrera o de unas vacaciones lujosas en las redes sociales para que las vean sus familiares, amigos y posibles empleadores, lo que aumenta el agotamiento y el desgaste.

Como filósofo y consejero filosófico, estudio las conexiones entre el ocio poco saludable y el agotamiento. He descubierto que la filosofía puede ayudarnos a sortear algunos de los escollos en una sociedad orientada al rendimiento. El célebre filósofo griego Aristóteles, que vivió entre el 384 y el 322 a. e. c., en particular, ofrece importantes reflexiones.
Sobre el desarrollo personal
Aristóteles comienza Ética a Nicómaco señalando que todos buscamos la felicidad. Sin embargo, afirma que a menudo nos confunde cómo alcanzarla.
Él creía que el placer, la riqueza, el honor y el poder no nos hacen felices en última instancia. La verdadera felicidad, decía, requiere un desarrollo ético personal: “El bien humano resulta ser la actividad del alma de acuerdo con la virtud”.
En otras palabras, si queremos ser felices debemos tomar decisiones razonadas para desarrollar hábitos que, con el tiempo, se conviertan en rasgos de carácter como el coraje, la templanza, la generosidad y la veracidad.
Aristóteles vincula explícitamente la buena vida con convertirse en un tipo determinado de persona. No hay atajos para el desarrollo ético personal. Se necesita tiempo, tiempo libre, tiempo que no se dedique a ningún tipo de autopromoción empresarial.
Aristóteles también habla del poder de nuestras decisiones. Los hábitos, argumenta, no se refieren solo a la acción, sino también a los motivos y al carácter. Nuestras acciones, dice, cambian nuestros deseos. Aristóteles afirma: “Al abstenernos de los placeres, nos volvemos templados, y cuando lo somos es cuando somos más capaces de abstenernos de ellos”.
En otras palabras, los buenos hábitos son el resultado de avanzar gradualmente en la dirección correcta a través de la práctica. Y estos buenos hábitos conducen al desarrollo ético personal. Para Aristóteles, además, es esencial tener buenos amigos y mentores que guíen y apoyen el desarrollo moral.
Comprender el ocio
En una sociedad orientada a los logros, a menudo estamos condicionados a responder a presiones externas para promocionarnos a nosotros mismos y buscar la felicidad en el placer, la riqueza, el honor y el poder. Esto puede desviar el desarrollo ético necesario para alcanzar la verdadera felicidad.
El verdadero ocio, aquel que no está ligado a la necesidad de alcanzar algo, es el tiempo que podemos dedicar a reflexionar sobre nuestras prioridades reales, cultivar amistades, pensar por nosotros mismos y dar un paso atrás para decidir qué tipo de vida queremos vivir.
La palabra griega eudaimonia, que a menudo se traduce simplemente como “felicidad”, es el término que Aristóteles utiliza para describir la prosperidad y el florecimiento humanos. Según la filósofa Jane Hurly, él considera “el ocio esencial para la prosperidad humana”. De hecho, “tanto para Platón como para Aristóteles, el ocio… es un requisito previo para alcanzar la forma más elevada de la prosperidad humana, la eudaimonia”, como sostiene el filósofo Thanassis Samaras.
Aunque nuestros medios para adquirir placer, riqueza, honor y poder sean limitados, Aristóteles nos dice que tenemos control sobre la variable más importante de la buena vida: qué tipo de persona queremos ser. El ocio es crucial porque es el tiempo en el que decidimos qué hábitos desarrollaremos y quiénes llegaremos a ser. ¿Capitularemos ante la sociedad del éxito? ¿O utilizaremos nuestro tiempo libre para desarrollarnos como individuos?
Cuando el ocio se centra en la autopromoción, es difícil que se produzca el desarrollo moral. El tiempo libre que no está secuestrado por la necesidad imperiosa de alcanzar logros es necesario para desarrollar una relación coherente con uno mismo, lo que yo denomino una relación de autosolidaridad, un tipo de autoconciencia reflexiva necesaria para apuntar al objetivo correcto y tomar decisiones morales. Sin esa relación, la buena vida seguirá siendo esquiva.
El ocio reinventado
En lugar de adoptar la formulación de la sociedad del éxito, tal vez podamos crear nuestra propia visión. Sin esta, corremos el riesgo de caer en malos hábitos que nos alejen de un sano desarrollo moral.
Aristóteles deja claro que tenemos el poder de cambiar no solo nuestros comportamientos, sino también nuestros deseos y carácter. Este autodesarrollo es una parte necesaria de la buena vida, una vida de ‘eudaimonia’.
Las decisiones que tomamos en nuestro tiempo libre pueden acercarnos a ella. O pueden alejarnos y llevarnos al agotamiento.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation, un sitio de noticias sin fines de lucro dedicado a compartir ideas de expertos académicos.
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Ross Channing Reed no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.