A Raymundo Cahuantzi Meléndez lo declararon libre. La jueza encargada de pronunciar la sentencia ni siquiera levantó la vista cuando dijo que no había elementos para que continuara en la cárcel. La mujer leyó el documento como si le urgiera terminar un trámite. Como si fuera cualquier cosa decirle a un hombre que podía regresar con su familia, a su campo de cultivo, a su comunidad; que podía recuperar aquella vida que tenía hace año y siete meses, antes de que lo acusaran de un delito que no cometió. La jueza sólo declaró: “Tiene la libertad inmediata”.
La sala de audiencias se permeó de un aire de justicia. Pero esa sensación se esfumó cuando la jueza continuó con la monótona lectura y se centró en Saúl Rosales Meléndez , compañero de Raymundo Cahuantzi y acusado del mismo delito: ho