Es preferible pecar de ingenuidad a caer en la complicidad complaciente.
Optar por opinar con el riesgo del escarnio, a callar con la seguridad del contubernio, es la opción en estos momentos que vive nuestro país.
México, cuna de civilizaciones milenarias, tierra de lucha y resiliencia, merece líderes que encarnen la grandeza de su historia y la esperanza de su pueblo.
La nación, un mosaico de voces, sueños y anhelos, clama por servidores públicos que trasciendan las mezquindades del poder y se eleven a la altura de su destino.
No es momento para la discordia estéril ni para el espectáculo que desdibuja el compromiso.
Cada palabra, cada acción de quienes asumen la responsabilidad de guiar al país, es escrutada por millones de ojos que buscan en ellos un reflejo de dignidad, integrida