La evidencia reunida para el periodo 2015-2024 obliga a replantear la forma en la que entendemos la violencia en México. Los datos muestran tres planos que se entrelazan y que, al mirarse en conjunto, delinean un régimen de violencia que se ha vuelto estructural: la persistencia de millones de víctimas cada año, la magnitud del costo económico que recae en las personas y no en el Estado, y la convivencia entre la macrocriminalidad y los grandes circuitos de inversión y comercio exterior. La violencia en México no sólo mata, también funciona como un “impuesto clandestino” que empobrece a hogares y pequeñas empresas, mientras que los flujos de capital de gran escala parecen inmunes a su impacto.
En primer lugar, la trayectoria de los delitos con presencia de víctima confirma un volumen sost