Aunque la presión ejercida por Estados Unidos está logrando influir en los cursos de acción gubernamentales de México frente a las problemáticas del narcotráfico y la migración, la realidad es que los costos de usar el vasto complejo militar estadounidense son desproporcionadamente altos en comparación con los beneficios obtenidos.

A largo plazo, incluso si los gobiernos latinoamericanos se subordinan temporalmente, es Washington quien termina asumiendo los costos de las incapacidades regionales y sus conflictos internos.

La exhibición del poder militar en los litorales de América Latina no es más que un desfile naval. Los acorazados, buques y portaaviones estadounidenses parecen cada vez más «all hat and no cattle», un espectáculo masivo de fuerza que nunca parece ser utilizado de verda

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