En política, pocas palabras concentran tanta fuerza y significado como acuerdo. No se trata solo de un documento firmado o de un apretón de manos frente a las cámaras. Un acuerdo implica reconocer al otro, aceptar que no se puede avanzar en soledad y que la convivencia entre personas, partidos o naciones exige respeto, igualdad y voluntad de diálogo.

Un acuerdo es el terreno común donde las diferencias se transforman en compromisos, donde la desconfianza se convierte en cauce de cooperación. Y ese terreno solo es posible cuando los actores participantes se reconocen como iguales. La verdadera prueba de cualquier pacto es si logra trascender el desequilibrio de poder y se sostiene en la dignidad de las partes.

La historia demuestra que los acuerdos que nacen de la imposición se quiebran p

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