Es septiembre, y el grito que elevo no es festivo. Es un grito que nace del corazón y de la memoria, un grito por mi México que reclama esperanza, justicia y dignidad. Lo lanzo para recordarte, como alguna vez fuiste: libre de violencia, altivo y majestuoso.
Tristemente, la inseguridad y la impunidad se han arraigado en los rincones de mi país. En Baja California, el lugar que siempre he llamado hogar. Mi estado, antes sinónimo de prosperidad y riqueza cultural, hoy se siente distinto. Recuerdo caminar por las calles de Mexicali sin temor, con la certeza de que cada paso era firme y seguro. Recuerdo también el orgullo de ser cachanilla, de pertenecer a una tierra noble y generosa. Ahora, esa memoria se enfrenta con una realidad que duele, una vida cotidiana marcada por la incertidumbre, d