El crecimiento de la ultraderecha en todo el mundo invita racionalmente a un profundo pesimismo. La puesta en práctica de sus ideas causa un enorme daño. Fragmenta a las sociedades. Estimula el odio y la violencia hacia distintos colectivos por su procedencia nacional, el color de su piel, su religión o su identidad sexual. Potencia el desmantelamiento del estado social a costa de los pensionistas y de la mayoría social, especialmente las personas más vulnerables. Apuesta por el incremento exponencial del gasto en armamento a costa de reducir la inversión social. Y deja la impresión de que su extensión es casi inevitable, un signo de los tiempos ante el que poco o nada cabe hacer. Y, sin embargo, considero que esto no es así, que es posible y necesario frenar el crecimiento ultra; que resu
Hay partido en 2027

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