La tensión y el radicalismo con que se vive la política nacional ha relegado aún más la necesidad de enfrentarse, dentro de las propias autonomías, a sus problemas internos. Un continuo pulso con las estridencias del gobierno central consume la mayor parte de las energías regionales.

Así, una comunidad como Andalucía se ha reducido a permanecer encerrada en una apática nebulosa de supervivencia. Olvidando incluso el cultivo de su mayor privilegio histórico, un privilegio por el que no necesita competir, ya que le viene dado, desde dentro, por su rica y diversa cultura.

Pero, por desgracia, el entusiasmo por avivar esa cultura ha perdido fuerza. Basta recordar, con nostalgia, aquellos años en que se impulsaron proyectos que, desde la pobre perspectiva de hoy, significaron verdaderas proez

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