Ya sabemos cómo empezó.

Pero nadie, tal vez ni dentro del poder, sabe hasta dónde llegarán las investigaciones en curso a raíz del huachicol fiscal.

Porque las pistas se han convertido en una hidra con múltiples pies y multitud de cabezas dentro y fuera del país.

Lo primero es saber de dónde provienen el diésel, las gasolinas y otros petrolíferos introducidos ilegalmente a México.

Por tierra y por mar.

No de ahora, sino desde hace mucho tiempo, muy a pesar del repetitivo discurso de Andrés Manuel López Obrador en doble vía.

En primer lugar, su palabra de haber acabado con el robo y comercialización de todos esos productos derivados del petróleo.

No nada más se multiplicó durante su sexenio con la extracción de los ductos de Pemex, sino que se extendió al contrabando en gran escala.

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