El error más común nace de una comparación inevitable: si un perro mueve la cola, es sinónimo de alegría. Aplicar esta lógica a un gato puede terminar con un arañazo. El lenguaje corporal felino es mucho más sutil y, a menudo, contradictorio para el ojo inexperto. Un ejemplo claro es cuando el animal se tumba boca arriba; lejos de ser un acto de sumisión, se trata de una posición de defensa calculada , que le permite utilizar sus cuatro garras para repeler cualquier amenaza que perciba. Entender este lenguaje es tan crucial que ya se están creando , llevando la interpretación de estas señales a un nuevo nivel.

De hecho, hay señales que anuncian un conflicto inminente y que es crucial saber interpretar para evitarlo. Cuando la cola de un gato golpea el suelo con movimientos firmes y seco

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