Cada 15 de septiembre en Salta, algo más que una procesión se vive: se reafirma un pacto profundo que une al pueblo con su fe, que hace de lo espiritual algo cotidiano, palpable, esperanzador. La Fiesta del Señor y de la Virgen del Milagro no es solo tradición, es memoria viva; no es solo celebración, es compromiso de cada hombre, de cada mujer, de cada familia con la protección que sienten que los acompaña.
El origen de esta devoción se remonta a 1592, cuando don fray Francisco de Victoria, obispo del Tucumán, hizo llegar hasta estas tierras dos imágenes encontradas en circunstancias prodigiosas: un Cristo crucificado de tamaño natural y una Virgen destinada a Córdoba, ambas halladas flotando en cajas de madera, cerca del puerto del Callao, en Lima. Tras un recorrido de más de 2.800 kiló