El colapso de los cruces migratorios por el Darién ha dejado a Acandí y Necoclí tambaleando. Pescadores, cargadores y comerciantes que antes vivían de mochilas y pasajes en lancha ahora enfrentan cantinas vacías, casas a medio construir y la dura espera de que el turismo regrese.

Cuando dejaron de llegar las mochilas

Durante dos años intensos, los senderos selváticos a las afueras de Acandí vibraban con el sonido de miles de pasos. Luis Fernando Carrascal, de 32 años, podía ganar hasta 260 dólares diarios cargando mochilas de migrantes hacia el Tapón del Darién antes de volver a pescar. El dinero parecía irreal. Compró una lancha con motor, nuevas redes, y se unió a vecinos que juntaron sus ganancias para abrir un nuevo sendero en la selva: una arteria lodosa que conecta Acandí con Capur

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