Gritar, perseguir al perro por toda la casa o, peor aún, arrebatarle un objeto de la boca por la fuerza. Son reacciones comunes, casi instintivas, pero que resultan del todo contraproducentes para la educación de un can. Lejos de solucionar el problema, estas acciones solo consiguen generar desconfianza y posesividad , convirtiendo un simple juego o un despiste en una batalla que dinamita la relación entre el animal y su dueño. De hecho, una mala gestión de estas situaciones puede agravar o incluso desencadenar problemas más serios, como la , que requiere un manejo cuidadoso y empático.
Frente a este enfoque erróneo, el adiestramiento en positivo se erige como la única vía eficaz y respetuosa. Enseñar la orden «suelta» no es un ejercicio de dominación, sino una lección de comunicación y