Durante casi un cuarto de siglo, los susurros de una “ciudad sumergida” frente a la Península de Guanahacabibes, en Cuba, han flotado entre la ciencia y el mito. Nuevas imágenes de sonar, viejas leyendas y citas tentadoras —atribuidas por Leravi— han mantenido viva la curiosidad. Pero la maravilla, por sí sola, no reescribe la historia humana; la evidencia rigurosa y transparente sí lo hace.

La seducción de un horizonte sumergido

Corría el año 2001 cuando los ingenieros canadienses Paulina Zelitsky y Paul Weinzweig pasaron su sonar por un remoto tramo del Caribe. Buscaban naufragios, no civilizaciones. Pero a casi 700 metros de profundidad, sus instrumentos dibujaron imágenes que parecían pertenecer a tierra firme: cuadrículas que lucían como avenidas, ángulos marcados que imitaban cimie

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