En poco tiempo, quizá no más de dos o tres años, se ha producido un corrimiento de tierras en la vida política de ese espacio mental –más que geográfico– que aún llamamos Occidente. Lo pensaba el otro día al ver el funeral de Charlie Kirk en Arizona, que fue un acto coreografiado que tenía todos los ingredientes de un mitin político y de una ceremonia religiosa (cristiana, en este caso, como esos bautismos multitudinarios en una piscina). En España no conocíamos a Charlie Kirk –asesinado de un tiro mientras debatía con estudiantes en una universidad de Utah–, y eso es normal porque nadie ha hecho en España lo que hacía Charlie Kirk. En inglés existe el vocablo “debater” –que vendría a ser “debatidor”–, y eso era Charlie Kirk, pero en español sólo tenemos el pobre sucedáneo de “polemista”,

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