La República se funda en el principio de igualdad ante la ley. A diferencia de la monarquía hereditaria, cualquier ciudadano puede aspirar a la jefatura del Estado, sin importar su origen social. En este modelo, los habitantes son ciudadanos con derechos, no súbditos de una Corona. Si bien las monarquías constitucionales europeas han adoptado prácticas democráticas, la distinción entre ciudadanía plena y tradición dinástica se conserva.
Una República moderna no reconoce títulos nobiliarios ni privilegios derivados del nacimiento. El acceso a cargos públicos se legitima por elección o mérito, no por linaje. Sin embargo, algunos sistemas republicanos contemplan aforamientos que se justifican como garantías institucionales y no como privilegios personales.
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