Después de poner a prueba periódicamente las barreras de la democracia estadounidense durante su segundo mandato, el presidente Donald Trump ahora las está rompiendo a un ritmo vertiginoso.

El Departamento de Justicia presentó este jueves una acusación contra el exdirector del FBI James Comey, apenas días después de que Trump instara a procesarlo y expulsara al fiscal que se resistió a acusar a los enemigos políticos del presidente.

La situación ejemplifica cómo, en las últimas semanas, hemos visto una versión aún más radical del ya descarado esfuerzo de Trump por transformar el Gobierno federal y centralizar el poder en sí mismo.

El presidente ha tomado medidas rápidas y drásticas para eliminar cualquier obstáculo dentro del Gobierno, imponer lealtad, castigar a sus enemigos y sofocar

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