Antes del 23 de julio de 2023, día de las últimas elecciones generales, Carles Puigdemont era un personaje en busca de autor. Deambulaba por Waterloo como alma en pena, ignorado por todos. Su partido no gobernaba en Cataluña; se había desplomado en las elecciones municipales de mayo de ese mismo año, al reducir su número de concejales y perdiendo decenas de alcaldías, incluida la de Barcelona; y era irrelevante para la gobernabilidad de España, porque sus diputados no condicionaban la estabilidad del Gobierno central.
Como en la obra de Pirandello, Puigdemont buscaba un autor que dejase constancia de su existencia, y de que tal existencia tenía algún sentido. Y el prófugo encontró a ese autor: Pedro Sánchez aceptó que los siete escaños de Puigdemont en las elecciones generales fuesen impr