Madrid vuelve a la carga. Septiembre en la capital significa que los teatros abren fuego y la ciudad recupera el pulso nocturno. Las marquesinas brillan de nuevo, la Gran Vía recupera su aire de Broadway castizo y, entre tanta función se instala otra pregunta inevitable: ¿dónde seguimos la noche después de que baje el telón? Porque aquí, seamos claros, l a noche nunca termina en el patio de butacas . El madrileño de pro –y el visitante avispado– sabe que lo suyo es montar un plan en dos actos: primero la escena, luego la mesa. Si algo caracteriza a esta ciudad es su capacidad para entrelazar mundos aparentemente distantes y hacer de la cultura y la gastronomía un binomio inseparable. Madrid, que vive para estirar la velada, ha tejido en torno a cada teatro un mapa de restaurantes donde p

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