Uno de los fenómenos más inquietantes de la política contemporánea son las burbujas de emocionalidad política que se crean en muchos países al margen de las condiciones objetivas. España, en estos momentos, constituye un caso sobresaliente. La intensidad que alcanza el rechazo al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, tiene pocos precedentes.
La mitad de España se encuentra en un estado de agitación aguda. Como recordaba hace unas semanas Jordi Évole, la canción del verano ha sido “Pedro Sánchez, hijo de puta”, sobre todo en eventos colectivos (bodas, bautizos, comuniones, fiestas de pueblo, discotecas, etcétera).
Los partidos y medios de la derecha han ido creando un ambiente tóxico en el que el odio se ha convertido en la emoción dominante. Hasta tal punto es así que, en cualquier in