**Crisis de confianza en el Congreso y el caudillismo en auge**

La situación política en el país se encuentra en un punto crítico. La percepción de los ciudadanos sobre sus representantes ha alcanzado niveles alarmantes. La figura del "congresista" se ha convertido en sinónimo de corrupción y deshonestidad. Según encuestas recientes, nueve de cada diez peruanos desaprueban al Congreso. Esta desconfianza se ve alimentada por comportamientos inaceptables de algunos legisladores.

Recientemente, la congresista Kira Alcarraz protagonizó un incidente violento al responder de manera agresiva a una periodista que le cuestionó sobre la contratación de la pareja de su hijo en su despacho. Este episodio refleja una actitud de impunidad y desprecio hacia la prensa, que se ha vuelto común entre los miembros del Parlamento.

Días antes, el ex presidente del Consejo de Ministros, Héctor Valer, también mostró una conducta violenta al agredir a un periodista en Puno. Estos actos no son simples arranques de ira, sino que evidencian una intolerancia creciente hacia la crítica y un desprecio por la democracia.

La crisis de confianza en el Congreso no solo afecta la imagen de los legisladores, sino que también fortalece el discurso de los movimientos antisistema. Estos grupos prometen "barrer con todo" y reescribir la Constitución, lo que podría llevar a un desmantelamiento de las instituciones democráticas.

Por otro lado, se observa un resurgimiento de tendencias autoritarias en la sociedad. La violencia cotidiana, la corrupción y la debilidad de los partidos políticos están creando un caldo de cultivo para el caudillismo. Históricamente, el pueblo ha mostrado una preferencia por líderes fuertes que prometen soluciones rápidas. Sin embargo, esta búsqueda de un "César" puede llevar a la llegada de figuras autoritarias que no cumplen con las expectativas.

La degradación de la cultura política y la falta de propuestas sólidas han llevado a la población a anhelar un cambio radical. Sin embargo, es crucial optar por un pacto de Estado que fomente el diálogo y la cooperación, en lugar de caer en la trampa del caudillismo. La regeneración política debe basarse en acuerdos que prioricen lo que realmente importa para el país, en lugar de seguir el camino de la confrontación y la violencia.

La situación actual exige una reflexión profunda sobre el futuro de la democracia y la necesidad de restaurar la confianza en las instituciones.