
En solo una semana desde el anuncio de alto el fuego, el Ejército israelí ha violado decenas de veces la tregua, ha asesinado a treinta y cuatro personas y herido a más de un centenar en la Franja de Gaza. Este viernes mató a once miembros de la familia Abu Shaaban que viajaban en un vehículo en el barrio Zeitoun en la ciudad de Gaza: siete eran niños y niñas, dos mujeres y dos hombres. Trataban de llegar a su casa, para comprobar si seguía en pie e inspeccionar los daños. No lo lograron.
Israel insiste en que disparará contra todas las personas que crucen la invisible línea de separación –llamada 'línea amarilla'– que divide en dos la Franja, con el beneplácito de Donald Trump. La reportera palestina Hind Khoudary explica, desde Gaza, que la mayoría de la población no tiene acceso a Internet ni información precisa sobre la ubicación exacta de las fuerzas israelíes y las nuevas líneas de demarcación. El ministro de Defensa israelí ha anunciado que esa nueva frontera será señalizada con claridad en los próximos días, oficializando así la apropiación, sin plazo de caducidad, de al menos un 53% del territorio de la Franja.
Con ello, Israel alcanza parte de sus objetivos: desgajar territorialmente el área palestina, arrinconar a su población en un gueto más reducido y dar un paso más en su ocupación ilegal. “Desde 2008-09 Israel repite el mismo guión: El alto el fuego israelí es tú paras y yo disparo” , denunció esta semana la relatora de la ONU, Francesca Albanese, en referencia a las violaciones registradas.
Israel señaliza en el terreno la ocupación de un 53% de Gaza, desgajando la Franja y arrinconando a los palestinos en un gueto más reducido
El modus operandi no sorprende. Desde el alto el fuego acordado en Líbano hace un año, Israel lo ha incumplido en más de 4.500 ocasiones, matando a “cientos de personas, incluidos menores, derribando decenas de miles de viviendas y anexionándose cinco áreas del país”, señala el exembajador británico Craig Murray. Este mismo viernes el Ejército israelí volvió a bombardear territorio liibanés.
Tampoco se ha relajado la ocupación ilegal en Cisjordania, donde Israel se anexiona más territorio y traza ya la construcción de veintidós nuevos asentamientos, el plan de robo de tierras más gigantesco de las últimas décadas en la zona. Allí, en un pueblo cercano a Hebrón, el Ejército israelí mató esta semana a otro niño, Muhammad al Hallaq, de diez años de edad.
Con esta son ya 1.001 las muertes causadas por tropas y colonos israelíes desde octubre de 2023 en Cisjordania. Una quinta parte de esos asesinados son niños, según cifras de Naciones Unidas. “Es necesario revertir la anexión de Cisjordania, debe haber rendición de cuentas por todas las violaciones del derecho internacional”, ha insistido el Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la ONU, Volker Türk.
Israel ha matado esta semana a otro niño de 10 años en Cisjordania: ya son 1.001 las víctimas mortales por fuego israelí en ese territorio en dos años
El alto el fuego ha sido diseñado a la medida de los intereses israelíes. Da luz verde a la ocupación de parte del territorio palestino, no excluye otra limpieza étnica masiva y deja la puerta abierta a más genocidio. Cambia la fase, el ritmo y algunos métodos, con un marco más ajustado a las necesidades narrativas de los gobiernos occidentales aliados de Estados Unidos e Israel. Pero eso no significa que cesen los crímenes, la segregación y la desposesión.
El Gobierno de Netanyahu no renuncia a sus objetivos: expulsión o desplazamiento forzado de la población de la Franja, robo de la tierra y configuración definitiva del “Gran Israel”, con Gaza, Cisjordania, Jerusalén Este, los Altos del Golán sirios y zonas del sur libanés.
El cese de los bombardeos es un alivio para los habitantes de Gaza, pero el bloqueo de la entrada de productos de primera necesidad solo se ha levantado parcialmente. La mayoría de la población vive ahora en tiendas de campaña, en refugios provisionales o a la intemperie, con temperaturas cada vez más bajas, en un territorio donde los inviernos son muy fríos. Los hospitales no han recibido el material básico para poder atender a los pacientes y reconstruir sus infraestructuras.
El lenguaje de la reconstrucción esconde una ocupación rediseñada a través del control económico y la gestión extranjera
Phyllis Bennis, Institute for Policy Studies
Esta semana Israel volvió a bloquear la entrada de productos necesarios y, tras ello, la está limitando a unos trescientos camiones diarios, una cantidad insuficiente para las gigantescas necesidades que hay tras la destrucción masiva. Las imágenes aéreas de la Franja muestran un territorio arrasado por las bombas, con cincuenta millones de toneladas de escombros mezclados con huesos humanos, con explosivos sin detonar y con restos químicos y otros contaminantes procedentes del armamento empleado para asesinar en masa a población civil.
La mayor parte de los edificios han quedado dañados o reducidos a amasijos de hierros y piedras y muchas viviendas que aún se mantienen en pie corren riesgo de derrumbarse. A través del plan de Trump la prioridad no es la retirada de esa gigantesca cantidad de escombros, ni el rescate de los cadáveres de los miles de palestinos desaparecidos, sino la búsqueda de los cuerpos de los rehenes israelíes muertos. Para ello un equipo de la Cruz Roja Internacional supervisa las operaciones.
“¿Qué se va a hacer con esa ingente cantidad de escombros, mezclados con explosivos y con huesos de niños, ancianos y familias enteras?”, ha preguntado esta semana la investigadora estadounidense Phyllis Bennis, del Instituto Transnacional y del Institute for Policy Studies . “El lenguaje de la reconstrucción esconde una ocupación rediseñada a través del control económico y la gestión extranjera”, advierte.
Jerarquía colonial
Lo que se impulsa no es la paz, sino la consolidación del poder colonial, diseñado por Estados Unidos e Israel con la firma de Egipto, Turquía y Catar y con el apoyo de otros países árabes y europeos. El plan impuesto establece un marco de control del territorio y de la población palestina que lo habita. La tregua ha detenido los bombardeos aéreos, pero no las estructuras de dominación que dictan quién debe gobernar Gaza, quién gestionará la ayuda y quién se beneficiará de la reconstrucción, con tarifas preferenciales prometidas por Donald Trump.
El proyecto del presidente de EEUU, protector de Netanyahu, ha sido respaldado por gobiernos europeos, pese a que excluye a los palestinos de los principales niveles de toma de decisiones. Su diseño prevé un organigrama jerárquico, con un organismo de gobierno en la cúpula denominado Autoridad Transitoria Internacional de Gaza, un concepto que recuerda a la Autoridad Provisional de Coalición, término acuñado para referirse al gobierno de ocupación ilegal de Irak en 2003, que dio rienda suelta a crímenes masivos y a la represión contra la población iraquí.
Por debajo se pretende crear instituciones económicas destinadas a controlar las inversiones y los negocios urbanísticos y de reconstrucción, con comités de empresas internacionales al mando.También se establecerán equipos para el diseño de la seguridad y, en un nivel inferior, comités para la coordinación de la ayuda humanitaria, con participación de Naciones Unidas. “En el escalafón más bajo estará el equipo de coordinación palestino, constituido por tecnócratas palestinos, de los que nadie sabe quiénes serán ni cómo van a ser elegidos”, explica Bennis.
Mientras las autoridades locales y equipos de la Cruz Roja Internacional en Gaza se organizan para localizar los dieciocho cadáveres que faltan de los rehenes israelíes, miles de familias palestinas aguardan su turno para conocer el paradero de sus desaparecidos. Se calcula que hay más de 10.000 palestinos bajo los escombros de la Franja.
Torturas sobre cuerpos palestinos
Esta semana Israel entregó decenas de cadáveres de palestinos que permanecían en sus cárceles. Muchos llegaron con signos de maltrato y tortura, con brazos y piernas atados, marcas de golpes, cortes y disecciones. Buena parte de ellos eran irreconocibles.
Los testimonios de los más de mil novecientos palestinos puestos en libertad esta semana, a cambio de los últimos veinte rehenes israelíes vivos, también mencionan torturas, privación de medicinas, maltrato e incomunicación. Mahmoud Abu Foul, de 28 años, con los ojos destrozados, arrestado hace meses en un hospital de Gaza, ha denunciado haber recibido continuas descargas eléctricas y golpes que le provocaron ceguera. Ha sido devuelto a la Franja, donde se refugia en una tienda de campaña sin el tratamiento médico necesario. Su historia es una de tantas. Buena parte de estas personas fueron arrestadas sin cargos ni juicio , y la inmensa mayoría no tenía condenas.
El doctor Ahmad Mhanna, director del hospital Al-Awda en el norte de Gaza, es otro de los puestos en libertad tras haber sido arrestado sin cargos hace un año y diez meses. Los médicos y sanitarios han sido objeto continuado de estos secuestros por parte de Israel en Gaza. El doctor Mhanna ha contado que sufrió “diversas formas de tortura”. Tanto él como otros permanecían con las manos atadas durante horas, “bajo duras condiciones climáticas”, “recibiendo acusaciones falsas e insultos”: “Las fuerzas de ocupación atacan en sus cárceles a los doctores en condiciones extremadamente difíciles, lo que provocó la muerte de muchos”, denuncia.
Las detenciones arbitrarias, sin garantías y con frecuencia en condiciones de incomunicación con el exterior, al estilo de un secuestro, son una práctica habitual de Israel y así lo han denunciado en repetidas ocasiones relatores de Naciones Unidas y organizaciones internacionales de derechos humanos. Una ley israelí permite privar de libertad, sin cargos ni juicio, a cualquier palestino, incluso a menores de edad. Actualmente más de nueve mil palestinos siguen en cárceles israelíes, más de tres mil quinientos sin cargos ni juicio. Entre ellos hay unos cuatrocientos menores y cincuenta y dos mujeres. Durante meses sus familias desconocen su paradero o incluso si están vivos o muertos.
En 2003 las fotografías de las torturas en la cárcel estadounidense de Abu Ghraib, en Irak, provocaron más revuelo en Estados Unidos y Europa que los vídeos mostrados hace ya un año por el diario israelí Haaretz, en los que aparecían prisioneros palestinos maltratados, maniatados y con los ojos vendados. La deshumanización de la población palestina está normalizada, y la propaganda proisraelí busca ahora dar un paso más en ese sentido.
Así lo denuncia la relatora de la ONU para Palestina, Francesca Albanese: “El mundo ignora a los REHENES [sic] palestinos debido a una ”barrera de especímenes“: en la jerarquía del valor humano, los palestinos no son vistos como plenamente humanos y, por lo tanto, no pueden ser ”rehenes“ de lo sobrehumano. ¡Caramba! Seguimos ahí, barbarie disfrazada de orden”.
La jerarquía racial aplicada por el sistema de apartheid israelí ha sido asumida también por el plan de Trump y por otros mandatarios internacionales que lo apoyan. Se mira hacia otro lado ante las evidencias de crímenes masivos, torturas y de esta nueva fase de anexión territorial ilegal.
En este sentido, la organización israelí B'Tselem ha señalado esta semana que “la misma base que permitió los crímenes de Israel en Gaza y Cisjordania durante los últimos dos años permanece intacta: el total desprecio por la vida y la dignidad palestinas en nombre de la supremacía judía. La ocupación y el apartheid siguen con toda su fuerza; la continua negación de la humanidad e identidad palestina, que posibilitó el genocidio, continúa hoy”.
La directora de Amnistía Internacional, Agnès Callamard, se ha expresado en la misma línea, y ha lamentado que la Unión Europea haya retirado de su agenda la votación para plantear la suspensión su Acuerdo de Asociación preferencial comercial con Israel: “Un alto el fuego no significa el fin del genocidio, la ocupación ilegal o el apartheid”, recordaba este sábado. “El acuerdo entre la UE e Israel debe suspenderse”, añadía.
Tras dos años de masacres, de bloqueo de la ayuda, desplazamientos forzados, hambre provocada y encierro obligado sin posibilidad de huida para la mayor parte de la población, la segunda fase del genocidio israelí reduce el ritmo y la cantidad de asesinatos, pero no los detiene. Levanta el bloqueo solo parcialmente y no aborda la retirada inmediata de los escombros ni la reconstrucción de las infraestructuras sanitarias, educativas y civiles arrasadas. El plan de Trump disfraza esta nueva fase con un frágil alto el fuego para permitir más apartheid y una ocupación militar de facto que continúa robando territorio a los palestinos.