Sin contacto. Sin alerta. Solo el sonido de su propio cuerpo quebrándose.

Lo que parecía un desgaste pasajero se reveló como algo más profundo. Fuentes cercanas al equipo confirmaron que, desde el partido contra los Xolos en Tijuana —jugado sobre sintética y con temperaturas que rozaron los 35 grados—, el delantero ya mostraba signos de fatiga articular. Un líquido anormal en la rodilla izquierda, tratado con infiltraciones y reposo relativo, había convertido cada aceleración en un acto de resistencia, no de libertad.

El técnico Antonio Mohamed lo dijo sin rodeos: “Venía tocado. No fue una jugada peligrosa, fue una acumulación”. La lesión en el músculo isquiotibial izquierdo, según observadores médicos del club, no fue causada por el movimiento, sino por la falta de recuperación prev

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