El caos se ha apoderado del aeropuerto de Vilna, el principal de Lituania, que ha tenido que suspender sus operaciones hasta en cuatro ocasiones distintas. La paralización del tráfico aéreo, que ha afectado a más de 170 vuelos y a miles de pasajeros, no se debe a una huelga ni al mal tiempo, sino a una oleada de misteriosos globos procedentes de la vecina Bielorrusia, que han puesto en jaque la seguridad del país.

De hecho, el Gobierno lituano ha calificado la situación de ataque en toda regla después de que se detectaran hasta 66 de estos aparatos sobrevolando el país en una sola noche. La respuesta de Vilna ha sido contundente: autorizar el derribo inmediato de cualquier globo que cruce su espacio aéreo, una decisión que eleva la tensión en la frontera oriental de la OTAN a un nuevo

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