España es ese país donde el tiempo se mide por escándalos y las noticias por sobres . Aquí no cae el Gobierno: caen los discípulos de Sánchez en Ferraz, pero en blando, sobre una alfombra institucional mullida de fiscalías amigas y silencios cómplices. Uno se pregunta si el cinismo ya cotiza en el Ibex o sigue siendo patrimonio exclusivo de la Moncloa.
Mónica García sermonea desde su púlpito sanitario mientras el virus de la corrupción campa sin mascarilla. Y Pedro Sánchez , más inmóvil que el busto de sí mismo que debe tener en su despacho, sonríe como si gobernar fuera un ejercicio de coaching . Mientras tanto, la UCO — pobre UCO , tan citada como atacada por unos— nos cuenta que Ángel Víctor Torres , aquel presidente canario con alma de velerito progresista , pedía «pagos pendientes» a una empresa de mascarillas que huele a Koldo más que a gel hidroalcohólico.
Y allí aparece también Francina Armengol , reciclada en presidenta del Congreso, cuya biografía política debería venir con prospecto de advertencias. En Baleares no sólo se habló de fondos opacos, también las vergüenzas: menores tuteladas, prostituidas y un silencio administrativo que, más que silencio, fue complicidad.
Ábalos , el ministro de los maletines y las aerolíneas milagrosas, sigue orbitando en torno al caso Koldo , ese sainete con sabor a maletero oficial y hotel de carretera. En otro país sería un escándalo de Estado ; aquí, es solo otro martes.
El Fiscal General Álvaro García Ortiz , acusado de filtrar secretos, comparece ante el Supremo y nos regala un capítulo inédito: el fiscal juzgado . España, laboratorio mundial de la desvergüenza institucional. Mientras tanto, Santos Cerdán medita entre barrotes sobre la fraternidad socialista y los beneficios de la organización criminal como forma de hermandad.
Begoña Gómez, la primera dama más investigada de la democracia, pasea entre los cinco delitos que le atribuyen los jueces como quien recorre una pasarela: tráfico de influencias, corrupción, malversación… falta el premio al mejor guion adaptado. Su cuñado David Sánchez tampoco desentona: contratado a dedo, quizá con la misma pluma con la que se firmó la amnistía.
Y así seguimos, entre pactos con Bildu , sobres en efectivo y presuntas -se verá- oposiciones amañadas en RTVE , mientras el Gobierno predica ética desde el plasma y justicia desde el Falcon. María Chivite, María Blasco, Leire Díez… una letanía de nombres que suenan a titular y terminarán quizá en sumario, nunca se sabe.
Pero no pasa nada . Aquí nadie dimite, nadie devuelve, nadie recuerda, a mí no me consta, presidente . España es ese país donde la corrupción se recicla, se viste de progresismo y se justifica en nombre del avance social . Donde un presidente indulta a los suyos y amnistía a los otros, con la serenidad de quien firma la historia con rotulador indeleble.
España es un país que perdona al ladrón si roba con eslóganes, porque lo jodido no es la corrupción , sino la docilidad del público que aplaude al ladrón si lleva una rosa roja en la solapa.
Porque al final, en España, no pasa nada . O pasa tanto que ya hemos aprendido a mirar hacia otro lado.

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