Un deslizamiento de lodo se tragó a Armero esa noche del 13 de noviembre de 1985, borrándolo del mapa y causando la muerte de más de 20,000 personas. Pero más que un desastre natural, fue el doloroso despertar de Colombia: la mayor tragedia de la historia reveló una cadena de advertencias desatendidas , incluso las voces silenciadas en el Congreso.

Ese horrible amanecer no solo dejó un sitio espantoso, sino el desafortunado legado de no tener ningún mecanismo para enfrentar el riesgo, obligando al país a imaginar un futuro diferente, uno que requeriría un cambio largamente esperado.

Esa catástrofe incesante demostró ser el punto de apoyo para las políticas de Colombia . La primera respuesta nacional del estado fue la Ley 46 de 1988 y su formalización un año después, con ella llegó l

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