«No hay paz posible sin Siria, ni guerra duradera sin ella». Esta frase, atribuida al antiguo diplomático británico Patrick Seale, conserva, medio siglo después, una resonancia sobrecogedora. Desde la caída del régimen de Bashar al-Asad en diciembre de 2024 , Oriente Medio ha entrado en una fase de recomposición en la que Damasco vuelve a ser uno de los epicentros de la estabilidad regional.
Siria ya no es una dictadura arrasada y calcinada por la guerra: se ha convertido de nuevo en la piedra angular de la estabilidad levantina. En las cancillerías, ya se murmura sin ambages: todo nuevo orden en Oriente Medio deberá pasar, de una u otra forma, por Siria. Y la rehabilitación fulgurante de Ahmed al-Sharaa, símbolo de la paradoja de un terrorista reconvertido en estadista, no sin antes ha

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