Ilustradora: Nadia Hafid.

Durante los últimos años, las redes sociales se han convertido en una herramienta de socialización básica para los jóvenes. ¿Quién se iba a imaginar, años atrás, la relevancia y el papel que estas plataformas digitales iban a tener en la vida de las personas, si cabe más intenso entre niños y adolescentes? Los móviles y sus aplicaciones se empiezan a usar a edades cada vez más tempranas. Nueve de cada diez adolescentes españoles se conectan varias veces al día a internet o están permanentemente conectados.

Con este papel tan importante en la socialización y las relaciones personales de las nuevas generaciones, ¿afecta el uso de redes sociales a la brecha de género? Y si lo hace, ¿en qué sentido?

Por un lado, las redes sociales se han convertido en una herramienta de empoderamiento de las mujeres, sobre todo de las más jóvenes. Han servido de altavoz para aglutinar sororidad y esfuerzos para denunciar públicamente casos de abusos, discriminación, y violencia contra las mujeres en todas sus dimensiones. Movimientos como el #Mee too, #yo si te creo o #ni una más han nacido y crecido en las redes sociales.

Las redes también han servido para fomentar la colaboración entre mujeres en asuntos como la fertilidad o el síndrome de la impostora, con la creación de múltiples recursos destinados a superar situaciones de discriminación o enfrentarse a la inseguridad de las redes.

Diferencias de género en el uso e impacto de las redes sociales

Niños, niñas y adolescentes no usan las mismas redes sociales ni de la misma manera. Por ejemplo, entre los usuarios españoles de 11 o 12 años de Whatsapp, Twitch, Youtube o Instagram, se ha observado que los niños seguían más publicaciones relacionadas con los deportes o los videojuegos y las niñas los contenidos de música, moda, salud, belleza, política y personas famosas. Las niñas, además, informaban seguir a más familiares en las redes sociales que los niños.

Los estudios sugieren que los chicos adolescentes usan más Youtube y las chicas Tik Tok o Instagram. Usar más Tik Tok o Instagram, y preferir contenidos sobre moda, salud, famosos o belleza, tiene un impacto en la presión estética que sufren especialmente las chicas.

Para ellas, las redes sociales se convierten a menudo en un escaparate donde se destaca la apariencia física, se idealiza la imagen corporal y se persigue la validación social. Una mayoría de usuarios (algunos de ellos influencers a los que siguen miles de personas) intercambian imágenes casi siempre atractivas sobre diferentes ámbitos de su vida personal y profesional.

Esta excesiva importancia de la imagen corporal, y la cosificación y sexualización del cuerpo de las mujeres que implica, hacen a las chicas especialmente vulnerables a determinados problemas de salud mental. Por ejemplo, el uso de Instagram destaca en algunos estudios por su relación con la insatisfacción corporal, la promoción de la delgadez y la comparación social. Otras investigaciones relacionan el uso de Facebook con una baja autoestima y cambios en la conducta alimentaria.

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Una inteligencia artificial sexista

Más allá de las redes sociales, hay otros ámbitos donde la tecnología, si no tenemos cuidado, puede acabar acentuando determinados estereotipos y con ellos, la desigualdad. Por ejemplo, el ámbito de la inteligencia artificial. Cada vez es más frecuente el uso de las herramientas de inteligencia artificial generativa para diseñar influencers.

Si observamos con detenimiento los atributos asociados a su aspecto físico y psicológico podremos observar este tipo de influencers (utilizados en muchas ocasiones con fines de marketing y publicidad), al igual que ocurre en el caso de los influencers de carne y hueso, replican y exageran las características físicas, psicológicas y los roles de las mujeres y de los hombres que representan. Aitana López, Shudu Gram, Alex, o Kyra son ejemplos de algunos de los influencers creados con herramientas de IA.

Los datos de los que se alimentan estas herramientas para la creación de imágenes y contenidos contienen numerosos sesgos de género, y por lo tanto, en el diseño y producción de nuevas tecnologías digitales se sigue adoptando una visión tradicional de los roles y estereotipos asociados a hombres y mujeres.

Sin embargo, a pesar de la importancia que tienen las redes sociales y la inteligencia artificial como potenciales propagadores de los sesgos y estereotipos de género, apenas existen estudios sobre el tema. ¿Qué atributos se toman como referencia para definir la apariencia física, la personalidad, las actitudes o el comportamiento que estos influencers muestran al público, y por qué?

Ciberacoso y ‘grooming’, sobre todo en chicas

Un riesgo del uso de redes sociales a edades tempranas es el de ser contactado o contactar con desconocidos, algo que 1 de cada 3 adolescentes hacen. Existen numerosas evidencias que señalan que las chicas reciben más mensajes no solicitados y viven más experiencias de acoso y abuso que sus compañeros.

Por ejemplo, según un estudio del Instituto de las Mujeres sobre acoso en las redes (2022), el 80 % de las mujeres ha sufrido alguna situación de acoso en las redes sociales. La mitad de las situaciones de acoso en las redes están relacionadas con el establecimiento (o intento de establecimiento) de una relación íntima. Además, en la mayoría de las ocasiones estas experiencias de acoso eran propiciadas por personas desconocidas.

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El surgimiento de la machosfera

Es chocante que el empoderamiento de las mujeres en las redes y, por ende, en diferentes ámbitos de la vida haya propiciado a su vez el impulso de un movimiento reaccionario, misógino y antifeminista, que se conoce como la machosfera (manosfera en inglés).

La machosfera ha sido definida como el conjunto de espacios virtuales que dan cabida a una multitud de movimientos basados en el fomento de una masculinidad tóxica centrada en la propagación de discursos misóginos y antifeministas. Se caracterizan por fomentar la propagación de bulos y la desinformación sobre la igualdad de género y la situación de las mujeres. Además, reivindican la vuelta a valores masculinos tradicionales con argumentos que niegan la violencia contra las mujeres, afirmando incluso que es un invento ideológico.

Entre los chicos adolescentes, la tendencia a creer que la violencia de género es un invento ideológico o a banalizarla ha estado aumentando en los últimos años, como podemos observar comparando resultados del Barómetro Juventud y Género: en 2019, el 11,9 % estaban de acuerdo con la frase de que la violencia de género es un invento ideológico; en 2021 esta cifra subió hasta el 20 %; y en 2023, al 23 %.Muchos jóvenes (chicos mayoritariamente) encuentran cobijo y comprensión en este tipo de movimientos, muy presentes en las redes, donde se fomenta una visión distorsionada y tóxica de las relaciones entre hombres y mujeres.

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A esto se añade la falta de conocimiento sobre qué constituye un delito de odio o cómo gestionarlo: el 43 % de los jóvenes de ambos sexos no cree o no está seguro de que mandar mensajes de odio sea delito (casi el 50 % de los chicos frente al 37 % de las chicas), y 1 de cada 4 adolescentes afirmaba que no sabría dónde denunciar un caso de violencia online.

Videojuegos, un mundo hostil para las mujeres

En torno al 47 % de las personas que juegan a videojuegos son mujeres. Sin embargo, muchas de ellas reciben continuos insultos y descalificaciones por parte de algunos hombres también jugadores.

Por este motivo, algunas deciden ocultar su identidad femenina para evitar este tipo de situaciones. Además, son recurrentes las situaciones de acoso en redes sociales que sufren las pocas mujeres que producen y diseñan videojuegos.

La pornografía y la igualdad de género

En los últimos años preocupa especialmente el acceso de los jóvenes desde edades muy tempranas a la pornografía, especialmente por parte de los chicos. Esto tiene un efecto importante en cómo perciben las relaciones sexuales y afectivas, pues la mayoría de vídeos y contenidos a los que acceden ofrecen una imagen distorsionada de las mujeres, de las relaciones y del papel que juegan las mujeres en ellas.

Estudios recientes señalan la influencia que el consumo de este tipo de contenidos tiene en las relaciones de pareja durante la adolescencia, pues en muchos casos algunos adolescentes (sobre todo chicos) tienen muy interiorizado lo que han visualizado y exigen a sus parejas reproducir lo que han visto en el material pornográfico al que han tenido acceso.

Las evidencias que hemos recabado confirman la necesidad de trabajar con niños, niñas y adolescentes para fomentar entre ellos un uso crítico, responsable y ético de las herramientas digitales, especialmente de las redes sociales. Existen algunos ejemplos sobre el mal uso de estas herramientas con fines sexistas que no se deberían producir. Pero también es importante trabajar con las familias, el profesorado y especialistas en educación para formarse y promover un uso ético de las redes sociales.

La versión original de este artículo se ha publicado en la Revista Telos, de Fundación Telefónica.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation, un sitio de noticias sin fines de lucro dedicado a compartir ideas de expertos académicos.

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Milagros Sáinz Ibáñez no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.