Sonaba a pensamiento mágico o estrategia de presión y la realidad de las negociaciones climáticas lo ha confirmado. El plan público del presidente de la COP30 , André Correa do Lago, era “adoptar el 19 de noviembre” un bloque decisiones sobre los asuntos más espinosos que había denominado Paquete Político de Belém. Ahí había colado el asunto de la hoja de ruta para superar la dependencia de los combustibles fósiles. El martillazo para sellar ese documento no llegó. Ni siquiera una segunda propuesta de acuerdo.

Desde el martes por la tarde, los delegados y observadores en la COP30 esperaban nuevos borradores, es decir, propuestas, por parte de la presidencia de la cumbre a las partes negociadoras. Lo único que se ha certificado en estas 48 horas es que la idea de abordar los asuntos más polémicos de manera separada no ha acelerado la conclusión.

Los “cuatro grandes temas” –así los llaman en la conferencia– son: cómo encauzar el dinero que el Norte Global debe aportar a los países en desarrollo; el comercio de emisiones; la transparencia a la hora de evaluar qué tal lo están haciendo los países y qué hacer para que los planes climáticos de los estados sean lo suficientemente efectivos para contener el calentamiento global a 1,5ºC. En este punto es donde Do Lago habla sobre los combustibles fósiles.

“Han seguido las reuniones a puerta cerrada, lo que significa que los desencuentros prosiguen”, analiza desde la sede de la COP30, el responsable de cambio climático en de Ecologistas en Acción, Javier Andaluz. “También indica que, al menos, las delegaciones tienen algo sobre lo que negociar”, añade.

El presidente brasileño, Luiz Inacio Lula da Silva, ha vuelto a Belém do Pará para impulsar el proceso. Da Silva ha insistido de nuevo en la necesidad de abrir una hoja de ruta encaminada a que los países abandonen el petróleo, el gas y el carbón, pero “sin imponer nada a nadie”, dijo ante los medios en la ciudad amazónica.

Además, el político admitió que, en las COP, “todo tiene que ser por consenso”, lo que ha puesto en evidencia el principal escollo en estas cumbres: de nada sirve el impulso o la determinación de una figura política internacional de alto perfil como Lula da Silva, si no consigue construir una acuerdo más o menos unánime en torno a una postura concreta.

“La intervención de Lula da Silva ha sido en un tono muy optimista, como si la COP30 ya hubiera concluido y hubiera mucho que celebrar, pero no estamos ahí”, aclara la directora ejecutiva de Greenpeace Brasil, Carolina Pasquali. Necesitamos planes efectivos para abandonar los combustibles fósiles y la deforestación. Belém puede ofrecer una COP maravillosa, pero eso depende del texto final que aún no ha llegado“.

Contradicciones

Las posturas sobre los hidrocarburos no son novedosas, aunque el presidente de la COP ha dicho en una entrevista con el periódico The Guardian , que en estos momentos “están en extremos opuestos: unos muy favorables [al abandono] y otros muy desfavorables. No hay muchos países que se muestren indiferentes”.

Correa do Lago ha repetido que los “países productores de petróleo”, y Brasil es uno de ellos y pretende incrementar sus extracciones , “tienen decidir por ellos mismos cómo interpretar la transición lejos de los combustibles fósiles”. Las contradicciones de estos estados que representa su país –produce petróleo, tienen los mayores bosques tropicales, es un gigantesco productor de carne y sus emisiones de CO₂ provienen sobre todo de la deforestación– son claras.

La cumbre está prevista hasta el viernes 21 de noviembre. En los últimos diez años, nunca ha terminado dentro del calendario inicial.