El deterioro del patrimonio público , ya sea por descuido o por acciones deliberadas, continúa siendo un problema recurrente en distintos países. Las campañas de sensibilización y las sanciones legales no siempre disuaden a quienes deciden alterar obras o espacios que pertenecen a todos los ciudadanos. Los actos de vandalismo contra obras financiadas con dinero público reflejan, en muchos casos, falta de respeto y escaso interés por su valor cultural.
Las autoridades locales recuerdan que cuidar el arte urbano depende también de la implicación ciudadana , pero los incidentes se repiten una y otra vez por más que se tratan de evitar cuando el sentido común falla. Uno de los casos más recientes, ocurrido en Australia , ha terminado en los tribunales y ha vuelto a abrir el debate sobre cómo proteger las obras en la calle.
Una estudiante afronta cargos por alterar una escultura pública
Una joven australiana de 19 años, Amelia Vanderhorst, fue acusada de causar daños a una escultura pública tras pegarle unos ojos de plástico, un gesto que las autoridades consideraron una alteración del valor artístico de la pieza. Según informó ABC South East SA , la acusada compareció por teléfono ante el Tribunal de Magistrados de Mount Gambier, donde se le imputó un delito de daños a la propiedad .
Los documentos judiciales recogieron que actuó con “indiferencia temeraria” respecto a las consecuencias de su conducta. La escultura afectada, Cast in Blue , está valorada en 136.000 dólares australianos y forma parte de una iniciativa cultural del Ayuntamiento de Mount Gambier. La acusada no presentó declaración y el tribunal la instó a contar con asistencia legal antes de la vista prevista para diciembre.

Si el tribunal determina que hubo daño intencionado, Vanderhorst podría enfrentarse a una multa considerable y a la inclusión de antecedentes penales por un acto clasificado como vandalismo. En la práctica, un gesto aparentemente inocente como colocar unos ojos saltones fácilmente remobibles en una escultura puede acabar afectando gravemente su futuro profesional y personal.
El conflicto surgió apenas dos meses después de la instalación de la obra , una estructura de color azul que representa una criatura mitológica inspirada en la fauna prehistórica del sur del país. Su diseño y su coste habían generado debate en el vecindario, ya que coincidieron con subidas de los impuestos locales en 2024 y 2025.
En declaraciones recogidas por la Australian Broadcasting Corporation , la alcaldesa Lynette Martin afirmó que el consistorio reclamará el pago de los costes de reparación a la persona responsable. “No es una diversión inocente, es un perjuicio costoso”, explicó la dirigente, que lamentó el trato que había recibido una escultura que, según dijo, había sido bien acogida por buena parte de los vecinos.
El Ayuntamiento informó en un comunicado que las cámaras de seguridad habían grabado a una persona colocando los ojos de plástico en la madrugada del 14 de septiembre. Añadió que el adhesivo empleado dañó la superficie de la escultura y aumentó los costes de restauración . La policía valoró los desperfectos en menos de 2.500 dólares australianos.

Tras la reparación, se difundieron imágenes de la obra en las que aún se apreciaban marcas blancas en el punto donde se retiraron los accesorios . La publicación de esas fotografías en redes sociales y las reacciones de los vecinos de Mount Gambier reavivaron el debate sobre los límites del humor en el espacio público y el coste que supone corregir este tipo de acciones.
El debate sobre el respeto al arte público se extiende más allá de Australia
En España, el Código Penal prevé medidas similares. El artículo 323 contempla penas de prisión de seis meses a tres años y el pago de la reparación cuando los daños afectan a bienes con valor histórico, artístico o cultural. Si la obra pertenece al dominio público, se aplica también el artículo 263, que castiga los daños a la propiedad ajena con agravantes cuando el acto refleja desprecio hacia el patrimonio o la comunidad. La norma insiste en que las obras instaladas en espacios comunes representan a todos y forman parte de la identidad de cada ciudad.
El caso de Amelia Vanderhorst ha vuelto a evidenciar la dificultad de mantener ese equilibrio entre acceso libre y conservación. Mientras el tribunal australiano continúa con el proceso, la escultura restaurada ocupa de nuevo su lugar junto al jardín Cave Garden, convertida de forma involuntaria en referencia del debate sobre los límites del humor y la responsabilidad hacia el arte público.

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