La política internacional conoció, a lo largo de la historia, maridajes muy puntuales. Quizá uno de los más recordados fue el que anudaron, a partir de 1959, Cuba y la Unión Soviética. El vínculo respondió a objetivos indudables. En el caso del Estado azucarero, económicos. En el de la URRS, geopolíticos.
El país euroasiático logró un balcón privilegiado para poder vigilar e incluso amenazar (crisis de los misiles en 1962) a la primera potencia mundial: Estados Unidos. Mientras el idilio se mantuvo y la amante latina accedió a los requerimientos, los beneficios fueron significativos. Cuando el gobierno de Moscú colapsó, las dádivas desaparecieron. Los avances, sobre todo en educación y salud, ingresaron en conos de sombras. Hoy, la crisis energética en Cuba se mitiga con velas. La pauperi

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