Khaled Alghalban tiene 46 años, es gazatí y trabajador social. En la franja ejercía como tal y allí formó una familia junto a su mujer, Eitemad, de 43 años, anestesista y enfermera, y sus cuatro hijos: Mohammed, Ayman, Sohaib y Feras. Hace cuatro años, con las continuas incursiones militares del ejército israelí en Palestina, decidió viajar a España y buscar un futuro para su familia. Llegó a Guadalajara y comenzó a trabajar en una fábrica con estatus de refugiado.
Su objetivo, desde el primer momento, era conseguir el dinero suficiente para poder traer a su familia. Desde Palestina, todos consiguieron los pasaportes y los documentos para la reagrupación familiar en la capital alcarreña. Pero en octubre de 2023 todo cambió.
El inicio de las matanzas indiscriminadas , del genocidio, por parte de Israel tras los ataques masivos de Hamás, dio un vuelco a su situación. La familia de Khaled quedó “atrapada” en la franja y ni su documentación ni sus pasaportes les han servido para nada.
El refugiado palestino cuenta a elDiario.es Castilla-La Mancha que desde que llegó a España desde hace cuatro años ha trabajado “sin descanso, buscando una nueva vida”. Su horizonte no era otro que vivir con su familia en un territorio sin guerra y ahora “todo se ha vuelto imposible”.


“Necesito evacuarlos de ese infierno. No puedo dormir, no puedo comer, solo pienso en ellos, en traerlos aquí. Me pregunto a diario cómo están, porque el alto el fuego es una farsa y hay muertos todos los días”, explica.
Tanto su familia directa como otros hermanos y primos suyos están viviendo bajo lonas de plástico en las ruinas del sur de Gaza. Khaled consigue comunicarse con ellos muy de vez en cuando, a través de whatsapp, porque las comunicaciones se cortan de manera continua. Sabe que en las últimas semanas “apenas han dormido”.
“Mi esposa no deja de llorar y yo no puedo protegerlos de los continuos bombardeos y asesinatos. Ni tampoco de la sed ni del hambre, ni del frío y la lluvia. Están todos viviendo en la calle, en insalubridad. Eso es un infierno de escombros y piedras. Mis hijos, no dejan de pedirme que les traiga y yo ya no sé qué hacer”, lamenta muy afectado.
Khaled aporta a este medio todos los pasaportes de su esposa y sus hijos, el documento de reagrupación familiar y sus permisos para viajar. La Comisión Interministerial de Asilo y Refugio (CIAR) aprobó la extensión familiar de su asilo en noviembre de 2023.
Sin embargo, la burocracia y las dificultades sobre el terreno mantienen a su esposa e hijos en Khan Younis, una ciudad descrita como “una zona de desastre”. Es decir, toda su documentación está en regla, pero el Ejército israelí no les permite traspasar el cinturón de la franja.

“Estuvieron incluso una semana durmiendo en el límite de la frontera, pero fue imposible y terminaron desplazándose de nuevo más al sur”. Allí, su esposa Eitemad sigue trabajando en el único hospital que sigue en pie, aunque en muy malas condiciones, casi en ruinas. “Está traumatizada, ha cambiado mucho en los dos últimos años, trabaja con gente muy enferma”.
Ya han sufrido mucho, apenas tienen sueños. Temo perderlos de un día para otro
La Plataforma Guadalajara por Palestina y Cruz Roja Internacional han realizado numerosos trámites para ayudar a esta familia. Han podido localizarles mediante fotos y vídeos, pero no consiguen interceder para que les dejen cruzar el límite de la franja. La Plataforma incluso ha elevado su caso al ministro de Exteriores, José Manuel Albares.
También el propio Khaled ha enviado cartas a diferentes embajadas en El Cairo y Jerusalén, todas sin respuesta. “Por favor, ayuda. Solo quiero evacuar a mi familia. Ya han sufrido mucho, apenas tienen sueños. Temo perderlos de un día para otro. Por favor, ayuda, por favor”, repite sin cesar.
La lucha de este refugiado se convertirá el próximo sábado, día 29 de noviembre, en bandera de una manifestación en Guadalajara que amplifica su demanda personal para exigir al Gobierno español la ruptura total de relaciones diplomáticas con Israel.

La protesta se enmarca en una jornada de movilizaciones estatales convocadas en decenas de ciudades españolas bajo el lema ‘Fin al comercio de armas y relaciones con Israel y el alto definitivo al genocidio en Palestina’.
La marcha, que recorrerá el trayecto desde el Paseo del Doctor Fernández Iparraguirre hasta la Plaza del Ayuntamiento, no solo pedirá agilizar la evacuación de esta familia, sino que también exige “la ruptura de relaciones diplomáticas con Israel, el apoyo a la resistencia palestina y el fin a las ambigüedades de los gobiernos europeos”.
Según recuerda la organización, el pasado mes septiembre, el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, proclamó un “embargo de armas legal y permanente” a Israel como respuesta al genocidio en Gaza.
Pero precisan que los datos aduaneros “cuentan una historia diferente”. Estiman que durante los primeros siete meses de este mismo año, España ha importado material de defensa israelí por valor de 19,8 millones de euros, una cifra que supone un 47% más que el promedio histórico de las últimas dos décadas.
Ambigüedad y “dependencia tecnológica”
Esta dualidad -prohibir la venta, pero mantener la compra- es prueba de “una ambigüedad, cuando no complicidad”, y que pone “negro sobre blanco de la dependencia tecnológica del Ejército español hacia la industria militar israelí”. Denuncian así la “desconexión” entre las declaraciones políticas y la regulación efectiva de la actividad empresarial en zonas de conflicto.
La lucha de la familia Alghalban y la movilización del sábado en Guadalajara se enmarcan en este escenario de creciente presión social que denuncia los límites de una acción gubernamental que “bascula entre el apoyo formal al pueblo palestino, pero manteniendo las relaciones económicas y diplomáticas con un Estado al que califican de criminal”.

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