La candidatura de este personaje a la Cámara de Representantes ha desatado en el Cauca una mezcla de alarma, risa nerviosa y resignación colectiva. No porque represente una propuesta novedosa —que no la hay—, ni porque esté liderando algún movimiento ciudadano espontáneo —que tampoco existe—, sino porque su aspiración parece el capítulo más reciente de la larga telenovela del clientelismo caucano, esta vez con dirección y producción de Elías Larrahondo, el eterno protagonista detrás de bambalinas.

Lo que debería ser una competencia democrática terminó convertido en un desfile de favores, apretones de mano y contratos que, según murmuran en los pasillos de la Gobernación, llevan más propaganda que los mismos afiches del candidato. En un departamento donde los recursos escasean para lo esen

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