La seguridad, tal cual lo expresó ayer Miguel Uribe Londoño en el nítido y sentido discurso dado en la Catedral Primada a ojos de Colombia entera, en el sepelio de su inmolado hijo Miguel Uribe Turbay, es la única alternativa para que la democracia no fenezca en manos del asesinato, el éxodo, la barbarie y el terror, y se imponga el imperio de los facinerosos.
Seguridad, ciertamente, para todos y cada uno de los colombianos.
Todavía más, garantías constitucionales plenas en todos los rincones del territorio nacional, fruto de aglutinar la mayor cantidad de voluntad política posible en aras de recuperar la soberanía perdida.
“Para volver a vivir”, proclamó una y otra vez Álvaro Gómez Hurtado antes de que, igualmente, cayera acribillado por las balas asesinas.
Hoy es lamentable constatar