Hay platos que no solo llenan el estómago, sino que también cuentan historias. El kefta , joya especiada originaria de Oriente Medio, es uno de ellos. Una mezcla de carne, especias y cultura que viajó desde Persia hasta Al-Ándalus y que hoy sigue presente, camuflado o reinterpretado, en la gastronomía andaluza. Desde albóndigas hasta pinchos morunos, el kefta andaluz es un ejemplo de cómo los sabores del Mediterráneo se fusionaron con los del sur de España para crear algo propio.

Historia del kefta, de Persia a Andalucía

El kefta es, básicamente, carne picada de cordero, ternera o una mezcla de ambas, aderezada con especias, hierbas frescas, ajo y cebolla. Su forma puede ser redonda, cilíndrica o en pincho, y se cocina a la parrilla, al horno o a la plancha. Su aroma nos transporta a calles de Marruecos, Grecia o incluso de la Andalucía más profunda.

Su origen se remonta a Persia, donde el nombre “kufta” significaba literalmente “carne machacada”. Desde allí, la receta cruzó mares y fronteras, adaptándose a cada territorio: en el Magreb se convirtió en kefta , en la India en kofta con curry, en Grecia en keftedes y en Andalucía en una versión que mantuvo su esencia, pero adoptó sabores locales.

Durante la época de Al-Ándalus , la presencia musulmana no solo transformó la arquitectura y la poesía, sino también la cocina. La llegada de especias como el comino, la canela o la pimienta negra sentó las bases del kefta andaluz , que luego evolucionó en albóndigas, brochetas y rellenos especiados, adaptándose al gusto local y a la disponibilidad de ingredientes.

Kefta andaluz: una fusión de culturas en la cocina

Aunque en Andalucía rara vez se anuncia como kefta , su influencia es clara. Desde Córdoba hasta Sevilla, pasando por Granada, la tradición de la carne especiada sigue viva: albóndigas con hierbabuena y comino, pinchos morunos en los puestos callejeros o brochetas acompañadas de hummus y pan de pita son ejemplos de cómo el plato se readaptó al paladar andaluz.

El kefta andaluz es versátil y agradecido con la modernidad: puede cocinarse al horno en lugar de frito, convertirse en versión vegana con lentejas o tofu, o adaptarse para dietas sin gluten. Su origen milenario no le resta protagonismo; al contrario, demuestra cómo la gastronomía árabe en España sigue viva y reinventándose en cada hogar y restaurante del sur.