Para desgracia de una inmensa mayoría ciudadana, el único logro del gobierno nacional libertario en la Argentina ha consistido en capitalizar una genuina necesidad de cambios en las formas y personas que expresan la voluntad popular; para hacerse de un poder destructor que justifica sus acciones sobre la base de críticas “morales” hacia los administradores públicos que le han precedido, tildándolos de “chorros”, “zurdos estúpidos” o “degenerados fiscales”.
Por acción u omisión, quienes vienen asumiendo el rol de “representar” aquella voluntad popular no han podido neutralizar hasta ahora -mediante las vías que otorga el Estado de derecho- las barbaridades políticas ejecutadas contra el pueblo argentino, desde las oscuras cuevas del poder.
El inframundo libertario -con ayudas inconfesable