Colombia vuelve a enfrentar un fantasma que parecía conjurado: el recrudecimiento de la violencia. Los recientes atentados terroristas no solo enlutan al país y golpean a la fuerza pública, sino que también amenazan con deteriorar la economía en un momento en que el consumo interno y la inversión requieren certidumbre y confianza.

El repunte de secuestros, atentados contra oleoductos y asesinatos de uniformados confirma que la llamada “paz total” no logró consolidarse. Por el contrario, las cifras muestran un retroceso que revive temores de épocas que muchos creían superadas. La ciudadanía lo percibe: según las últimas encuestas, la seguridad es hoy la principal preocupación nacional. El problema no se limita al orden público; sus efectos se expanden hacia la estabilidad económica, el emp

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