Las elecciones de este domingo en la provincia de Buenos Aires, las primeras desdobladas, presentan un desafío significativo para las principales coaliciones políticas. Tanto el oficialismo de La Libertad Avanza como el peronismo de Fuerza Patria se enfrentarán a una intensa disputa por la interpretación de los resultados. Más allá del recuento de votos, la verdadera batalla se librará en el ámbito comunicacional, donde cada bando intentará imponer su narrativa sobre lo que significa "ganar" o "perder".

Los analistas Sergio Berensztein, Lucas Romero y Celia Kleiman coinciden en que los números serán solo una parte de la historia. Berensztein señala que, incluso si el Gobierno pierde, no tener una diferencia mayor a cinco puntos podría considerarse satisfactorio. Romero añade que, en un contexto de expectativas de derrota, cualquier resultado ajustado podría ser interpretado como una victoria. Por su parte, Kleiman advierte que una pérdida por dos puntos podría ser vista como un resultado relativamente bueno para el oficialismo.

El oficialismo nacional enfrenta una economía complicada y divisiones internas, lo que le permite un margen de maniobra discursivo más amplio. Puede transformar una derrota en un símbolo de resistencia y una paridad en un triunfo. Javier Milei, líder de La Libertad Avanza, ha alimentado esta lógica al referirse a un "empate técnico". En contraste, el peronismo bonaerense, que considera a la provincia su bastión, necesita ganar. Un triunfo ajustado podría interpretarse como debilidad, mientras que una derrota sería un golpe devastador.

Berensztein recuerda que el peronismo ha tenido un desempeño pobre en elecciones de medio término durante los últimos 20 años, rara vez superando el 40% en la provincia. Un resultado en torno al 35-36% sería esperado, pero la cohesión interna será crucial. Romero enfatiza que el peronismo necesita una diferencia significativa para evitar que una victoria se diluya en el ruido mediático.

Un empate, aunque menos probable, generaría una intensa lucha por la interpretación del resultado. Cada bando utilizaría diferentes métricas para proclamarse ganador. El Gobierno podría destacar más secciones ganadas en el interior, mientras que el peronismo enfatizaría su peso legislativo en el conurbano. Kleiman anticipa que el oficialismo intentará capitalizar cualquier paridad como un signo de avance.

El lunes, las reacciones al resultado también serán un campo de disputa. Un resultado ajustado a favor del Gobierno podría generar optimismo en los mercados, mientras que una derrota amplia podría llevar a la inestabilidad. En resumen, no solo se trata de cuántas bancas se ganan o se pierden, sino de quién logra imponer su interpretación sobre lo ocurrido. La elección bonaerense se convierte en un plebiscito tanto en las urnas como en la narrativa, donde lo simbólico tendrá tanto peso como lo numérico.

Berensztein destaca la importancia del aparato y las estructuras del peronismo, que podrían ser decisivas. Para él, el peronismo debería aspirar a un resultado entre el 35 y 36%. En cuanto al Gobierno, aunque lo veía bien hace unos meses, los problemas económicos han cambiado el panorama. La clave será la diferencia entre los votos de los intendentes y los legisladores.

En conclusión, el impacto de estas elecciones en Buenos Aires dependerá no solo de los resultados numéricos, sino también de la interpretación que se haga de ellos. La narrativa política jugará un papel crucial en la percepción del éxito o fracaso de cada bando.