Si alguna vez yo fuera expulsada de Madrid por las razones que fueren, no sé, delitos graves como para que te destierren, infracciones administrativas, incumplimiento de normas de residencia, comportamiento antisocial o incitación al odio y a la violencia, me refugiaría en Nueva York, que es mi segunda ciudad favorita. Allí pasas inadvertido con mucha facilidad, excepto si eres Pedro Sánchez, quien no se libra de abucheos ni de que le llamen corrupto ni tan siquiera en la Gran Manzana. Así lo vimos esta semana que termina en su asistencia a la Asamblea General de la ONU, donde el protagonismo se lo llevó Felipe VI, aunque tampoco, porque durante su discurso había un público mínimo, deprimente, tan es así que creí adivinar en el gesto del Rey un punto de desolación ante tan ínfimo auditorio

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