El sistema de respiración de las belugas se adapta al hielo del Ártico con una estrategia única. Estos cetáceos carecen de aleta dorsal, lo que les facilita nadar bajo superficies heladas , y utilizan la prominencia frontal llamada melón para abrir agujeros en capas finas de hielo.

Su capacidad pulmonar les permite aguantar hasta 20 minutos bajo el agua , aunque en la práctica suelen ascender mucho antes. Cada inmersión exige un cálculo exacto de oxígeno y distancia, ya que un error puede poner en riesgo la supervivencia del grupo . Esta limitación natural fue determinante en la gran operación de rescate de 1985 en la península de Chukchi .

Un rompehielos soviético se convirtió en recurso decisivo durante la operación de rescate

La Operación Beluga movilizó al rompehielos Moskva para liberar a miles de estos cetáceos atrapados en el estrecho de Senyavin. La maniobra consistió en abrir canales a través de placas de hasta 4 metros de grosor.

El capitán Kovalenko llegó a plantear la retirada por la dificultad extrema, pero la muerte de varios ejemplares impulsó al equipo a continuar. Las belugas se mostraban reacias a seguir el paso del barco hasta que la tripulación recurrió a los altavoces.

Tal y como informó The New York Times , la música clásica atrajo a los animales , que comenzaron a avanzar “kilómetro por kilómetro” detrás del barco hasta alcanzar mar abierto.

Ese recurso sonoro sorprendió incluso a los propios marineros. Los informes estatales rusos citados en la prensa internacional describieron a los cetáceos como “jugando, silbando, resoplando”, lo que mostraba una recuperación tras el estrés inicial. Los ensayos con otros géneros musicales no produjeron el mismo efecto , de modo que Chaikovski y otros compositores rusos se convirtieron en la guía acústica de la expedición.

La música clásica se convirtió en el recurso que guió a las belugas hacia aguas libres

El barco utilizado para esta misión había sido entregado a la Unión Soviética en 1960 tras un contrato firmado con la compañía finlandesa Wärtsilä. El Moskva era el rompehielos diésel-eléctrico más potente de su época , con 122 metros de eslora y más de 13.000 toneladas de desplazamiento.

Su función principal consistía en escoltar cargueros en la Ruta Marítima del Norte, un corredor helado que une Múrmansk con Vladivostok. Esa experiencia previa en condiciones extremas lo convirtió en la única opción viable para liberar a los animales en 1985 .

La resistencia del hielo fue el obstáculo mayor, pero la biología de las belugas agravó el problema. Los cetáceos podían desplazarse bajo la barrera, aunque la distancia hasta aguas libres superaba lo que podían recorrer en una sola apnea. Esta circunstancia las obligaba a permanecer junto a agujeros pequeños y dispersos, que se convertían en puntos de reunión desesperada. Cualquier cierre súbito de esos huecos suponía el final para decenas de ejemplares.

Una comunidad indígena fue la primera en advertir la situación de las belugas atrapadas

El hallazgo de esa concentración se debió a un cazador de la etnia chukchi a finales de 1984. Inicialmente se interpretó como una oportunidad de alimento abundante , ya que la caza de subsistencia formaba parte del modo de vida local.

Sin embargo, la magnitud de la escena obligó a dar aviso a las autoridades, que enviaron helicópteros y especialistas para estudiar la situación. Los propios habitantes participaron en las primeras ayudas al grupo atrapado , lanzando peces congelados y ampliando los respiraderos.

La misión se prolongó hasta finales de febrero de 1985. El cálculo oficial cifró en unos 2.000 los cetáceos que lograron alcanzar el océano gracias a la apertura del canal. La operación tuvo un coste aproximado de 80.000 dólares de la época y llamó la atención internacional porque se trataba de una intervención masiva en favor de una especie salvaje.

Una adaptación sorprendente permitió a las belugas sobrevivir bajo el hielo ártico

Las belugas rescatadas compartían características singulares. Estos cetáceos son los más pequeños entre los miembros de su orden , con machos adultos de 5 a 6 metros y alrededor de 1.600 kilos de peso. Su color blanco, que inspira su nombre en ruso, y su vocalización aguda les otorgan el sobrenombre de canarios del mar .

Viven en grupos pequeños llamados manadas, pero en busca de bancos de bacalao pueden reunirse en miles. Esa conducta alimenticia explica por qué tantas se adentraron en el estrecho de Senyavin en 1984.

El telón de fondo político añade una dimensión peculiar. El Bulletin of the Atomic Scientists había situado aquel mismo año el “reloj del juicio final” a tres minutos de la medianoche, reflejando la tensión entre la Unión Soviética y Estados Unidos. Mientras tanto, en un rincón helado del planeta, un barco estatal y una orquesta grabada ofrecieron un desenlace mucho más positivo para miles de animales .

El recuerdo de la Operación Beluga circula todavía entre investigadores marinos, porque muestra un cruce poco habitual entre tecnología pesada, vida silvestre y decisiones humanas en plena guerra fría. Y también porque cuesta olvidar que un rompehielos soviético terminó convertido en fonoteca flotante para guiar a los cetáceos hacia la salvación.